Te tengo debajo y me maravillo de la luz que me despides. En este frotar de volúmenes beso tus ojos a saltos y mis labios se impregnan de tu sudor. El cabecero de la cama amenaza con derribar el muro y hacerme libre por fin.
Esa carita tuya me desquicia, me atormenta, me anula. Mirándote tan de cerca no veo más que tu boca, tan bien dibujada. Te pregunto con la mirada. ¿Quién eres?, ¿no te irás, verdad? No te vayas hasta que no descubra tu secreto. Y tú sonríes con el brillo de tus ojos mientras tu deseo me llena en lo más profundo.
Nunca toqué una piel como la tuya, una suavidad tan extrema. Me quedaría infinitas tardes solo acariciando tu seda. Me gusta tu mano en mi cuello, mi mano en tu pecho y el baile que no cesa.
Tus palabras, tu interés, tu querer hacer con esmero y yo, impaciente, volcán gritando explotar, quiero beberme tu amor de un trago. Me calmas con sapiencia, me diriges, me mimas y me llevas a terrenos cálidos donde disfrutar del saborear lento.
Sabes quererme a ratos, sabes hacerme feliz en esos momentos, y tus cuidados calman mi alma y despejan mi mente para seguir con mis rutinas.
Te quiero cuando te tengo y con eso me basta. Sólo tus visitas esporádicas me hacen sentir completa.
DIÁFANA