jueves, 18 de febrero de 2010

ODA AL INDIGENTE


Aún más silencio que sombra,
más sombra casi que hombre,
casi nada.
Critatura que ni se nombra
pues ya no le queda nombre
ni morada.
Cruza furtivo las calles
con el alma desgastada
el mendigo,
el mísisero tratacalles
que en la noche desolada
busca abrigo.
Con más soledad que llanto,
carne herida del castigo,
en la esquina
turbia y cruel del espanto
es el único testigo
de la ruina.
Del ayer cenizas lleva
sobre su piel clandestina,
flor marchita
del recuerdo, oscura cueva
y atroz dolor de una espina
infinita.
A rastras lleva la vida
por esta ciudad maldita
y hambrienta.
brutal verso sin medida
que en la nada se agita
cual tormenta.
Señalado por el dedo
de la dama opulenta
va sin nombre
con más silencio que miedo
bajo la noche sedienta;
casi hombre.
Miguel Fernández Rivero

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