viernes, 19 de febrero de 2010



A veces el exceso de erudición puede incluso ser un obstáculo y en este sentido hay un relato muy significativo:

He aquí que se trataba de un gran erudito que, además, se jactaba constantemente de ser tal. Oyó hablar de un sabio y deseó entrevistarse con él. Pidió ser recibido y el sabio, muy humilde, no tuvo el menor inconveniente en hacerlo en su propia casa. Nada más sentarse el erudito frente al sabio, empezó a insistir en lo mucho que sabía y cuánto había leído. Dijo:

- He consultado los manuscritos de innumerables bibliotecas; he leido miles de libros y he asistido a todo tipo de conferencias y seminarios; me he puesto minuciosamente al corriente de todos los movimientos filosóficos y metafísicos...

De repente el sabio se incorporó y dijo:

- Voy a traer té.

Salió de la estancia y en unos minutos regresó a la misma con una bandeja en la que portaba una tetera y dos tazas. Colocó una taza frente a su invitado y comenzó a verter té en la misma, pero no se detuvo cuando el té llegó al borde de la taza, sino que siguió virtiéndolo sin parar y el té comenzó a desparramarse. El invitado gritó:

- ¿Pero es que no ve que no cabe más té?

Y el sabio dijo:

- Y usted no ve que nada cabe más en su atiborrada mente, ni siquiera la verdad?


Fragmento perteneciente al libro "VIVIR LA ESPIRITUALIDAD DÍA A DÍA"

RAMIRO CALLE

1 comentario:

  1. Pero igual depende, si la erudición se toma sólo por un afán egocéntrico o sé ve como una consecuencia de la búsqueda de la verdad. Algunos aprenden y leen no sólo por el hecho de jactarse sino que sinceramente desean lograr un conocimiento verdadero.

    Pero me gustó la historia, tal vez sea cierto que el saber llega cuando olvidaste todo lo que aprendiste. No lo sé.

    Adios.

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